Samstag, 1. Juni 2019

Y hace dos días

Cuando no te impides continuar aceptando invitaciones que seguro te hubieran aburrido, y te pones a hacer lo que te gusta. Pues sí, me puse a pintar. Perdí la noción del tiempo al pintar, también perdí la práctica, pero de todas maneras lo pasé bien con música de fondo y entre mis colores. Lo hago después de 25 años. Después de garabatear y ensuciar hojas blancas con mis colores, tuve que ir por mi bicicleta a un jardín. En el jardín se había quedado encadenada mi bicicleta entre plantas y abono. Tuve que caminar mucho hasta llegar a ella, mi plan sería después de llegar a ella, ir al teatro. Parecía que no lograría, pusieron: Un ángel exterminador, basada claro en la película de Buñuel. Toda la ciudad desde la estación de Heidelberg, por lo menos la que encontré, estaba casi vacía. Me impresionó lo último en un día de fiesta, pero después me acordé que en Alemania por el Día del Padre, sale la gente a beber y a hacer picnic o parrillada.
La obra empezaba a las ocho de la noche en Mannheim, ya estando en la estación de trenes de Heidelberg a las siete y media, pensé que no llegaría. El tren salía a las siete y treinta y tres, el horario de los trenes y dos aplicaciones decían que llegaríamos a Mannheim a las siete y cincuenta y cuatro. Keine Chance! me dije. Como nunca el tren llegó a las siete y cincuenta. Tres veces vi mi aplicación, tres veces vi el reloj antes de llegar, y una vez al llegar. Marché con prisa en la bicicleta hacia mi rumbo, hacia el teatro, con prisa , pero no con desesperación ni estrés como suelen tener los alemanes. En mi tranquilidad veo cruzar por mi camino a un hombre, iba con su maleta; yo me detuve porque sabía que no me había visto. De repente el viajante se detuvo delante de mi bicicleta y me dijo en inglés que lo perdonara. Esa mirada tranquila no era de estos sitios, era un ruso que viajaba. Lo perdoné, con esa calma, con esa sonrisa, no quedaba más que perdonar a todos, y agredecerle a él su tranquilidad. Llegué al teatro rápidamente, gracias a que las calles estaban vacías.
De regreso a casa me reencuentro con unas letras como las de abajo (AFD), letras que hoy escuché como palabras gritonas. Una vecina del primer piso, rusa ella, discutía con su vecino de balcón, no sé por qué. Pero lo que sí escuché claramente es que la quería insultar diciéndole que era rusa, y que él era alemán y que estaba en su país. Tenía que mencionar esto que pasó temprano, antes del teatro, antes del tren , pero que retumbaba en mi memoria con toda su violencia. Ahora le tocó a ella, varias veces me ha tocado a mí.

Después de ir más allá, hacia mi camino vi a muchos muchachos saliendo de un evento en SAP Arena.  Yo que creía que la ciudad se había esfumado. Parece que todos estaban en el evento. Para evitar todo tipo de problemas con tanta gente, dejé mi bicicleta en la estación de trenes y fui a casa sin ella. 
 



Heidelberg, 1 de junio de 2019.
Natalia Lévano Casas