"Pero antes..." Así interrumpía mi madre cuando contaba algunas historias. Y nosotras, sus hijas, sonreíamos.
Sí, ya en casita y con la calefacción encendida. Después de haber estado en el teatro viendo 1001 Noches o el Poder/o la Fuerza de Contar .
Hoy por la mañana
al ver la niebla, juré que saldría el sol. Así me había dicho siempre
un amigo ruso, así lo indicaba hoy también el pronóstico del tiempo, así
había sido siempre, pero hoy no lo fue. Me daba lo mismo. Yo tenía
desde hace varios días inmensas ganas de ir al teatro con niebla o sin
ella, con gente o sin ella. Me dije además que ya que iba a Mannheim
podía asistir a dos funciones, al teatro y a la ópera. Quería comer
mucho para aguantar tanta arte, pero no tenía nada de hambre a las doce
del mediodía. Me dije que con la poca plata que tenía me podía comprar
algo para matar el hambre que tendría después de la primera función que
terminó a las 4.30 de la tarde. Al ver el día con un enorme velo
transparente quise más bien quedarme por el bosque donde suelo pasear.
Vi en los árboles el movimiento que no tenía el día. De este día en cambio se quejaba
una vecina que me preguntó si iba a llover porque ella no llevaba
paraguas. Yo le dije que no iría a llover, y que el día tenía que
quedarse así.
Hoy es un día festivo en Alemania, es el segundo día de Navidad. Los días festivos en Alemania son más incómodos para viajar de pueblo a pueblo, o de ciudad a ciudad. Los buses no pasan tan seguido, sin embargo tuve suerte con todas las conexiones. En Mannheim caminé y pasé por una torre rodeada por un parque donde ya no se vendía más vino caliente aromatizado con especias, o Glühwein. Me refiero al Wasserturm. Esta vez, este 2018, no vi el Mercado de Navidad. Solo vi unas bolas rojas colgadas todavía en lo alto de los árboles y a los obreros desarmando las casetas del Mercado de Navidad.
Bueno, continúo con mi historia de dos en un día: dos funciones en un día. Fui a ver la puesta de Las 1001 Noches o el Poder de Contar. El teatro estaba repleto, lleno de gente de todas las edades y de todos los estratos sociales. A mi lado un ni
ño se hacía el que roncaba para molestar a la mamá, o por lo menos eso creí yo. Al final cuando había que aplaudir la madre le dijo que los actores no ganaban mucho y que su pago es el aplauso del público. Los actores salían y salían, y el niño dejó de aplaudir porque su madre le había dicho que ellos dejan de salir cuando uno ya no aplaude. Al final uno de los actores dijo que ya se iban, claro, sus familias esperaban en este día festivo. Fue una puesta muy buena. Al final salí para pescar algo para comer por allí, pero el frío no me dejó continuar mi ruta teatral. La siguiente función iba de 6 a 10 de la noche. Por eso no fui a la ópera, sino a casa.
Decidí ir un poco por el río, pero el frío pudo más conmigo que yo con él. Subi al tranvía que iba más normal de lo común, la gente iba relajada. En la estación de trenes tomé un tren equivocado, además del baño de ese vagón salía el agua apestando y no se detuvo en mi parada, seguí una parada más, y pude alcanzar el tren de regreso. Ya en la parada de tranvías me di cuenta que la gente está volviendo. Y yo al llegar a casa vi que había un accidente en mi calle, el bus se detuvo justo en mi parada. Y yo llegué sana y salva, y después de haber comido escribo esto. Nada más. Ya no hay un antes , sino un después.
Natalia Lévano Casas
Heidelberg, 26 de diciembre de 2018.