Y hace media hora bajaron dos niños de tres y cuatro años del tranvía.
Un desconocido, un árabe, gritaba hacia el conductor para que se
acercara a ellos. El conductor llegó hacia la puerta de los hermanitos y
del desconocido adulto. El conductor había partido sin los padres de
los niños. Ellos querían subir todos juntos una parada antes, sin
embargo el conductor dejó a los padres y al tercer hermano, al más
pequeño en la parada. El padre de los pequeños llegó en un carro de un
desconocido que le dio un jalón. Los niños de tres y cuatro años estaban
a punto de viajar en la cabina delantera, con el conductor del tranvía.
Nos hemos congelado todos con este viento. La niña de la familia
zapateaba conmigo no sé qué ritmo para no enfriarse. Parecían peruanos.
Eran de Bosnia. Los desconocidos al final se conocieron por diferentes
razones. El papá dijo al desconocido árabe: gracias hermano. Yo pensé
que el conductor era un malvado, pero creo que se le fue. Tenía cara de
perdido. La mamá me dio las gracias, no sé si por el zapateo o por
esperar a que la familia estuviera junta. ¡Ah! Los niños no lloraron en
ningún momento.
Heidelberg, 24 de marzo de 2019.