De noche, Juana estaba en su cama, sola, dormía profundamente. De repente percibió un
perfume desconocido, masculino, de olor profundo, eso la despertó. Se tuvo que levantar por la cercanía
del mismo a su cama, quería seguirlo, dar con él. Salió a la otra habitación
porque quería saber quién era, quién invadía su territorio. En los otros sitios
de la casa no se esparcía ese olor, incluso en el dormitorio el olor duró unos
metros, unos segundos. Al volver al dormitorio ya no lo percibió más. Tampoco había sido su
hijo, ¿tan de noche, con un nuevo perfume? Ella lo vio durmiendo en su
habitación. Después, la misma mañana del perfume, una amiga le preguntó por la
voz de su hermano. ¿Voz baja tenía él? Una voz baja fue la que le dijo “¡abre,
abre!” a la amiga que se quedó a dormir en el sofá de la sala.
Y un día
después cuando Juana concentradamente escribía un ensayo para el teatro, sintió
a su lado derecho, otro perfume. Esta vez no se asustó, le pareció incluso
placentero sentirlo estando despierta. Este perfume era otra vez varonil, esta vez lo sintió más exclusivo, más
encantador. Habría sido el hecho de ya no dormir, porque sabía que no podía ser
una ilusión o un sueño, aunque no hubiera nadie a su lado, todo era muy afable.
Ella no identificaría tampoco ese perfume . Más allá de la puerta que daba al
balcón ese olor se desvanecía.
Juana
se fue a
otra ciudad por cuatro días. De la otra
ciudad la trajo su amiga en su coche a la misma casa, cercana al bosque. Juana se fue a dormir muy cansada. A la mañana siguiente al
ir al baño y pasar
silenciosa y lentamente por la sala donde dormía su amiga, se encontró
al abrir
la puerta del baño otra vez con un nuevo perfume. Era un perfume
natural, un
perfume parecido a una rica colonia, era suave, duró unos segundos en el
baño
para luego desvanecerse como los otros dos perfumes de los anteriores
días.
Inquieta,
curiosa, preguntó por el hermano que había muerto hace poco. Hacía 12 años que
no se veían. Juana quería saber sobre sus gustos hacia los perfumes, fragancias.
Mientras hablaba por teléfono, veía los
frascos mencionados en la conversación, delante de ella.
Desde ese día no ha seguido ningún perfume.
Desde ese día no ha seguido ningún perfume.
Natalia
Lévano Casas
Heidelberg,
21 de agosto de 2016