Y vas en bicicleta por un camino paralelo al río Néckar, en medio del
campo, viendo única y exclusivamente a la luna , y de repente ves casi al
llegar a Heidelberg, entre unos maizales, un camino de bicicletas y
una pista donde pasan coches, a un gato negro y a la misma luna de
antes. La escena era preciosa, pero a la vez peligrosa. Entonces me
digo: "¿Cómo hago con la mala suerte?" Me refiero a la mala suerte del
gato. Si iba rápido quizás se iría a la carretera, era un gato
joven. Entonces me detuve y esperé a que el gato cruzara la pista. Yo
veía los coches pasar velozmente, y cuando no pasaban, el gato no se
atrevía a cruzar la bendita pista. No me podía quedar toda la noche
esperando a ver el destino del gato negro. Esperé cuatro minutos,
entonces, desde mis seis metros de distancia le hablo con una tremenda
voz a ese gato (por cierto, ya venía con una tremenda voz unas horas
antes). Yo pasé por su lado, el gato no se me cruzó ni de derecha a
izquierda, ni de izquierda a derecha. Sólo se quedó como acurrucado,
viéndome. Yo fui de frente , siguiendo a la luna, viéndola. También vi
de reojo los ojos del gato. Quizás la luna también me haya visto de
reojo.
Texto y fotos de Natalia Lévano Casas
Heidelberg, 18 de agosto de 2016
Texto y fotos de Natalia Lévano Casas
Heidelberg, 18 de agosto de 2016
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