Montag, 25. Dezember 2017

Seis horas de indiferencia

El indulto a Fujimori Fujimori se dio aquí, en Alemania justo a medianoche: a las doce. Y como un golpe repentino me acordé cuando poníamos con cuidado a Jesús en su Belén, justo a medianoche, antes nunca. Y esa exactitud del presidente peruano fue tan puntual como la hora alemana, y esa exactitud fue dolorosa. Indultado y con gracia presidencial. Gracia, gracia, gracia...Y más desgracias.
Y volví a la medianoche, y a Lima. Me acordé que una vez hice un nacimiento (pesebre) de jabón de pepa, eran tremendos jabones listos para ser tallados por mí, sin ser madera. Mis figuras eran frágiles, sobre todo la del niño Jesús, tan frágiles, pero todos las queríamos. Y me doy cuenta más que nunca de todo, y no quiero hablar, como cuando era chica, y no quería hablar. Y sólo hablaba con los niños del barrio inventando las historias y diciéndoles por donde tenían que salir, como una directora de teatro. Y todos se peleaban por los roles, y todos querían que les contara la historia. Ahora no sé qué contar porque siento que han dejado caer a ese niño Jesús.

Heidelberg, 25 de diciembre de 2017

Mittwoch, 22. November 2017

El mecánico en el tren


Y ayer no vi a mi bicicleta de esta manera, me refiero a las fotos. Pero ya terminando el día me acordé otra vez de lo que le pasó a mi bici.
Había tomado el tren a la una de la tarde en Heidelberg, en la estación se encontraba un señor de América Latina con unas maletas, él se despedía de su esposa. No me parece haberlo visto antes, pero bueno, lo reconocí como latinoamericano, cuando abrió la boca me di cuenta que era de Chile. Estando en el tren me preguntó de dónde era yo, le dije que de Perú, y antes que siguiera hablando le dije que él era chileno. Después me dijo que cómo sabía que él era de Chile si el no salía mucho con latinos, y yo le contesté : por el acento. Y él me dijo que le parecía raro que fuera por el acento porque el había crecido en Brasil. Yo le dije que tenía un acento chileno, entonces él me dijo que podría ser porque sus padres le habían hablado en castellano en Brasil. Después me contó que iba a visitar Machu Picchu. 
Seguimos hablando un poco hasta que me di cuenta que un hombre miraba mi bicicleta que se encontraba en frente de él. La miraba con una atención hipnotizadora. Yo como observo mucho a la gente y a las cosas, me di cuenta de su atención y le dije si le faltaba algo a mi bicicleta. Comenzó a explicar algunas cosas que veía en ella. Yo le pregunté si quería que le cambiara mi bicicleta por la suya, ya que la mía era una bicicleta de hombre y la de él era una bicicleta de mujer. El hombre era un hombre joven, tomaba su cerveza en lata en el tren, era la una de la tarde. El hombre hablaba mirando al chileno y no a mí, hasta que yo le dije varias veces que la bicicleta era mía, que por tanto si tiene algo que decir sobre ella debería mirarme a mí. Comenzó al fin a verme a los ojos, me contó, nos contó, que había trabajado en un taller de bicicletas y que sabía mucho de éstas. Explicó que el timón de mi bicicleta no era de ésta, y yo le expliqué que un amigo mecánico de la tienda de bicicletas "El Dorado" la había adaptado para mí. En un momento se puso de pie y comenzó a decirme que tengo que echar aceite a la cadena. Después se fijo en los frenos de mi bicicleta y dijo que estaban muy flojos, yo le dije que una vez que la dejé varios días en la calle un tarado la manipuló. Entonces él, el joven mecánico, me dice que le coja la cerveza. Apenas tuve la cerveza en la mano, él, manos a la obra reparó mi bicicleta en un santiamén. De repente me di cuenta que ya venía la controladora, entonces le dije que por favor tomara su lata de cerveza que tenía que sacar mi billetera, entonces él me dice que tenía que bajar, estaba claro que no tenía boleto. Dijo que la retuviéramos. Había al frente de nosotros un joven negro, africano que se reía por este actuar de mi mecánico, yo lo miré seriamente, ya que sabía que su risa iba a provocar alguna sospecha sobre este hombre,mi mecánico, que sin ser negro viajaba de negro.  Mis frenos están muy bien ajustados, y él nos agradeció desde el andén que dejaba el tren, y yo le agradecí desde el tren que seguía hacia adelante.
No sé nada más del chileno, sólo que se fue a mi país. Sé que el mecánico está bien.




Natalia Lévano Casas
Heidelberg, 14 de noviembre de 2017

Mittwoch, 6. September 2017

Estos loros de aquí

Y ayer hablaba con una amiga y de repente pasan volando unos pájaros y se escucha tan agudo todo, y también se escucha como el canto en una parte de un huaylas, jajaja, sí, como si carcajearan. Entonces le digo a mi oyente que se trataba de una parvada de loros y que había muchos en mi bosque. Y ella me pregunta por qué había tantos loros por aquí. Y le digo de broma a esta amiga bien alemana, en su aspecto y por su nacionalidad: todos esos pájaros no son de acá, por eso "Ausländer raus!", ¡Fuera extranjeros! Y mi oyente no paraba de reírse. Su carcajada hubiera quedado bien con la de los verdes alemanes loros.
Hoy por la mañana les tomé algunas fotos en pleno movimiento y con cielo gris. Casi nunca tomo fotos del cielo, me aburre, pero esta era una única oportunidad mientras amasaba unas empanadas y mi cámara estaba en una banquita. Con las manos con la masa tomé mi cámara y les tomé estas fotos. Bueno, no son tan buenas porque el objetivo de mi cámara no es tan bueno.



Casi nunca van tantos, y tampoco se largarán de aquí hacia el sur, por más que el verano se quiera ir ya. Estos loros están acostumbrados a la poca nieve de Heidelberg. Estos loros ya no son animales raros, sino más bien de aquí.



Natalia Lévano Casas
Heidelberg, 6 de septiembre.

Donnerstag, 17. August 2017

Un día después

Hoy comenzó el día con una tormenta que tamboreaba en las persianas afuera de mis ventanas. Todo estaba oscuro y daba un poco de miedo. Después ya poco a poco el día mostraba en rectángulos algunas luces, yo las buscaba sin embargo en triángulos acomodados de una estación de trenes. No sé porque tengo tanto cariño a las estaciones de trenes. Siempre busco en los perfectos rieles algo mágico, algo escondido y algo imperfecto, o perfecto, pero no originario de esos rieles. Antes, en cambio, me daban un poco de miedo las estaciones. Las asociaba con las películas donde los soldados se despedían, las creía como la estación de Chisináu donde de casualidad un día me equivoqué de habitación y entré a una habitación donde sólo había pantallitas que mostraban imágenes de diferentes sitios de la estación principal de trenes. Toda la tecnología que no tenía Chisináu en ese tiempo, hace más de 25 años se concentraba en ese cuarto de espionaje. Me dio miedo esa habitación, pensé que si me hubieran visto allí, hubieran creído que era una espía.
Y ya en el tren. Veo mis zapatos y veo los zapatos del vecino viajero. Me doy cuenta que mis zapatos están más viejos que los de ese hombre sin techo.Yo no me atrevo a tomar fotos a la gente, y con el teléfono tengo que disimular mucho, y me salen unas cosas muy raras y fuera de marco, además mi teléfono es muy malo, es nuevo, pero es muy malo para las fotos. A propósito todas estas fotos las tomé con mi roto teléfono. No lo rompí yo, lo rompió un amigo turco durante un ensayo de teatro. Fue de casualidad la caída estrepitosa de mi fono. Pero bueno, lo principal es contar y no tomar fotos, por lo menos en este instante, y yo ensayo en estos quehaceres. Continúo. En la estación de Heidelberg subió una señora con un gran remolque para las bicicletas. Pensé que su estrés llevaba el estrés de una madre con dos hijos, el remolque aquel era de verdad grande, pero después de haber instalado el remolque al lado del hombre de los paquetes celestes y zapatillas amarillas, me doy con la sorpresa que nadie lo habitaba. Pero después ya sentada ella, veo un perro que era tratado como su hijo, y además las conversaciones que se originaron por el perro eran amenas. Es interesante cuando la gente aquí, en Alemania, habla sobre sus perros. Bueno, continúo porque quiero hablar sobre mi paseo en tren.
 
Después, unos doce minutos después, después de haber subido con mi bicicleta, tenía yo que bajar en mi estación preferida, pero no sólo es mi estación preferida, en realidad es casi siempre mi estación de bajada porque mi boleto sólo suele valer hasta esa parada, la de Maimarkt, la de Mannheim ARENA. Tenía que haber bajado allí, pero el montón de bicicletas y el anterior remolque bloqueaban mi salida. En ese momento justo viene hacia mí, el controlador, iba muy rápido el hombre, y yo ya buscaba como excusa el bloqueo de las demás bicicletas hacia la mía , y quería decirle que ya estaba por bajar. No dije nada, sólo le mostré mi boleto, y entonces él me dice que tenía que comprar un boleto para dos zonas más. No pidió mis datos , no cobró ninguna multa. Se fue hacia adelante sin decir nada más.

Yo fui ese día a Mannheim para unos ensayos del grupo de teatro que dirijo, y nos fue bien, vimos diferentes  nuevos caminos, quiero decir, ideas, y además vino una participante más. Ya cansada me dirijí después de los ensayos a casa, y antes me había propuesto no detenerme hasta mi estación preferida, pero los colores en el puerto de Mannheim me dieron descanso, y con la cámara tomé estas dos fotos de arriba, una desde el otro lado del puente, y después más cerca al puerto. Bueno, aunque ese día de trenes no termina en un puerto como verán.
Al llegar a mi estación, tuve que esperar unos cuarenta minutos, casi nunca desespero en esta espera porque se me vienen muchas ideas y me vienen muchos recuerdos. Y a veces cuando hace frío me pongo a bailar, nunca hay nadie allí, por eso lo hago. No, no es cierto, sí están allí los obreros ferroviarios, pero bueno, que se rían si bailo, no me importa.  Este día, el día de las fotos de arriba, sin embargo había unas quince personas, lo que es raro en mi estación casi privada, particular, mía pues. Pero bueno, la compartí. Ya al subir al tren, al vagón en la sección de bicicletas, vi que casi no había sitio, sin embargo, pude estar al lado de mi bicicleta, sin peligro de caída en ese viaje. Casi al bajar se acerca un señor y me dice que no debería llevar la bolsa en la canasta de la bicicleta de la manera que yo la llevaba. Es decir sin que esté sujeta a nada, y que a él ya le habían robado.Tan atento el hombre.

Y cuando ya llegaba a casa, muy tarde, me dieron ganas de una cerveza, me creerán alcohólica. En Heidelberg, mejor dicho, en Baden Württemberg no se puede comprar una cerveza después de las diez de la noche. Pero ese día, mi suerte estaba de pie, el kiosko de abajo, del turco, estaba abierto, ya estaba él encadenando sus sillas y bancas, entonces le pregunté si me vendía una cerveza, me djo que sí, y ya casi me la iba a abrir, pero yo le dije que no tomaba en la calle. Aunque me moría de la sed. Y en eso, cuando instalo mis bolsas de compras, con la cerveza en ellas, se me cae hacia un lado la bolsa, y la chapa de la botella de cerveza se abre un poco, y la cerveza sale de su envase, y yo me aguanto hasta llegar a casa. Y llegando a casa destapo bien la botella, toco el pico de ésta, y un pedacito de vidrio deforma mi huella digital, me digo, ufff, qué alegría el no haber tomado esta cerveza en el camino a casa, pese a la sed. Pasé la cerveza por una coladera. Me salvé de un corte. Ese día sí que fue de sólo bondades.

Pero un día después, al día siguiente, un día de compras, mi día de compras, bajé la montaña a pie en busca de mi bicicleta, bicicleta de caminos al lado del Néckar y de muchos viajes en tren. Al ir a la ciudad por el monte todo iba bien, iba bien incluso en las tiendas, a las cuales voy sin mucha gana. Iba perfecto todo, tan perfecto que me encontré incluso un carrito de compras ante uno de los supermercados, no estaba en la fila de los carritos, no tuve que poner ninguna moneda de un euro. Esto hasta aquí fue la continuación del día anterior, pensé, pero me equivoqué.  Y me doy cuenta que la frase " man soll nicht den Tag nicht vor dem Abend loben" es cierta, y que uno no tiene que alabar el día antes de la noche. Y al terminar mis compras dejé el carrito delante del supermercado, donde se encontraba antes, dejé mis cosas en mi canasta de bicicletas, y de repente un joven muy guapo y alto me dice que ponga el carrito de compras donde tiene que ir. Yo me quedé primero callada, lo miré, y de allí le expliqué que yo dejaba el carrito allí porque allí lo encontré, y entonces él me dice de una manera tosca que pusiera el carrito donde normalmente va, y yo le dije que si quería tener un Premio Nobel de la Paz, y si quería mejorar el mundo de esa manera que lo haga, pero que me dejara en paz. Nunca había visto a un joven tan berrinchoso, normalmente son los viejos los que critican algo, pero esta vez fue él. Yo le dije que ya estaba acostumbrada a esos reclamos absurdos, y que ya vivo aquí hace rato. Y él me pregunta cómo qué aquí, y yo le digo , aquí, en Brasil, aquí en Cuba, aquí en Rusia, y me mira, y yo comienzo a hablar en ruso, y entonces decide irse. Y me dice : "Que tenga un buen día" y yo: ya me lo arruinaste tú, pedazo de...

Natalia Lévano Casas

Heidelberg, 5 de agosto de 2017.

Sonntag, 13. August 2017

En el bar de mi hermano



En el bar de mi hermano*

Días de artificiales esquinas, de sinsabor, donde ríen algunos con los euros que tienen. Y otros dicen hacer lo que quieren, y esperan tener unos euros para hacer algo de lo que quieren y gritarlo a voces. Una baila desinflándose delante de unos tipos. Los tipos la miran. Desfiguración total de lo que podría ser, y nunca será. Se mueve esa con un baile en la tele de turcos que parecen hechos en Televisa o América Televisión, una música de las de fábrica. Tres cervezas en la mesa, mis tres acompañantes me dejan de lado para arreglar sus asuntos de vida: Algunos lejanos, algunos cercanos y algunos por venir. Me sentía debilitada por los besos que rechazaba, y me dieron ganas de vomitar por tanto plástico. Tengo una especie de alergia al plástico nuevo y al espíritu plastificado.  Ese día me sentí debilitada porque pensé que el cantar de uno de mis acompañantes era un pegajoso cantar para sonreír un poco y disfrutarlo, pero no. Esa noche vi al mundo más de cerca y pensé que se iba mi tiempo, más rápido que nunca . 

Natalia Lévano Casas


Heidelberg, 14 de agosto de 2017.


*El título de este relato se debe al dueño del bar. Él me dijo que desde que entré, creyó ver a su hermana entrar por la puerta del bar. Él es de Turquía, es alto, yo soy del Perú, soy alta.

 
 Del techo de la Catedral de Speyer.
Foto de Natalia Lévano Casas.

Mittwoch, 9. August 2017

La mesa y la copa

Todo en un vacío, y no por nadie más, sólo por ti. Adiós te digo, y que no metas en este saco de insultos a nadie, a ninguna persona, nada más te pido. 

Natalia Lévano Casas
Foto desde mi cocina.

Mittwoch, 2. August 2017

Orden

Hoy comencé a ordenar mis estantes. No por ninguna orden policial, sino más bien el desorden mío es lo que me obliga a ordenarme. Además porque necesito dos espacios sumamente organizados para volver a pintar, y para escribir, y borrar, y terminar el texto de la puesta que tendremos en noviembre.
Y al ordenar veo diferentes cosas que me sirven, y me ponen triste,  y otras que olvidaré por siempre.

Hoy temprano, abajo, en la cera de al frente de mi casa.

Una pausa necesaria con café.
Y no sé si mi café delata algo, espero que no.
Escribí esto en junio de 2016.

Y los ojos de unos rostros dicen siempre algo.

Natalia Lévano Casas
Heidelberg, 2 de agosto de 2017.

Montag, 31. Juli 2017

De Neckarsteinach y sus fuegos artificiales

Sí, y ayer llegué muerta de cansancio y con los pies mojados de los fuegos artificiales de Neckarsteinach. La pradera estaba húmeda, y el esperar en la pradera de pie y sin ninguna manta no fue tan razonable, temía a las garrapatas y a los zancudos, no digo bichos para no acordarme de mis amigos de Puerto Rico, y de cierta vez que estuvimos juntos para ver esos fuegos.
Esta vez no fue como antes, al principio pensé que me había equivocado de fecha, y que la iluminación de los burgos, ¿o será alumbramiento? , no tenía lugar. De repente aparecen unos barcos con unas luces intermintentes que ya me dieron la impresión de diciembre, y de repente una bulla, una música de los barcos, esta vez ningún "Despacito", me hizo confirmar que sí se verían alumbrados los burgos. Pero extrañé mucho las caídas de agua de cada burgo, esta vez sólo uno tenía juegos acuíferos, fuegos acuíferos. Me dio un poco de pena. Pero después sí todos estaban iluminados con diferentes luces. Veré si alguna foto salió bien.
¡Ah! ¡Pero antes! Iba tan bien en mi bicicleta en el camino al terminar Neckargemünd, comprobando que la ruta por donde iba no había cambiado nada, comprobando que todavía había caballos en ese camino, y además teniendo unas ideas para las fotos de los actores en la puesta de noviembre. ¡Sí! Las contaré en nuestro grupo de teatro "Doppelgänger". Bueno, sí, regreso al camino , iba tan bien hasta que me encontré con la gente, el camino por donde iba era tanto para ciclistas como para peatones. Toqué el timbre calmadamente, pero hay veces que las estatuas de personas ni reaccionan, ni sonríen, ni nada, entonces después decidí decir "Achtung!" , y sí, es lo que mejor lleva al orden y mi cordialidad no se ve opacada.
Bueno, al regresar de los fuegos artificiales, y al ver a toda una familia en bicicleta interrumpiendo el camino de ciclistas, no quise ser estatua, ni quise ser militar, entonces iba al paso de ellos, hasta que una de las mujeres se dio cuenta que iba detrás de ellos y dice hacia adelante, a su familia, que se pongan hacia la derecha. Bueno, yo escuché bien a la mujer, y seguí, entonces el hombre de la familia me reprocha el no haber tocado el timbre de mi bici. Y yo explicando que su esposa me había visto, y que ya él está escuchando lo que dice ella, o no? , y él dicendo: yo no escuché nada, debe tocar. Y de repente me doy cuenta que me quedo con el Achtung en/para Alemania...Y de repente fui muy campante, y seguí mi camino, y no dije nada, y de repente se me salió con tremenda voz : ¡concha tu madre! Me aligeré al lado del Néckar y del monte, y del camino antiguo que sigue igual que antes.





Heidelberg, 29 de julio de 2017.
Natalia Lévano Casas

Samstag, 10. Juni 2017

La bicicleta

No puedo dejar de dedicarle unas líneas a la bicicleta. No solo porque cumple 200 años, sino porque voy años con ella. Y es tan rico ir con ella, sobre todo en verano , claro. Ahora es primavera. Y hoy extrañé tanto mi bicicleta, la extrañé porque no podía ir como normalmente voy. Voy con ella, o con ellas. Tengo dos bicicletas. Una de ellas estaba donde mi amigo mecánico de Heidelberg, en una tienda que se llama "El Dorado", tienda adorada, la otra tenía un hueco, así que tuve que empujarla hacia la tienda de mi amigo para recuperar la primera. Caminé muchísimo al lado de la bicicleta, en realidad quería dejarla en un taller de bicicletas en el centro, ya que estaba más cerca de donde perdió aire la llanta (el neumático) de mi bici. Sin embargo el dueño de la tienda en el centro, me dijo que había que sacar una cita para la bicicleta porque ellos tienen mucho trabajo en primavera y verano. Bueno, mejor así, es mejor ir siempre a donde la gente que conoces y que no es carera. Ya el martes paso por la segunda.

Bicicleta eléctrica de un negocio de bicicletas en Heidelberg.

Caminé empujando mi bicicleta, y me detuve a ver un charco.

Con la cabeza hacia abajo, cansado de llevar esta rueda.

En el tren rumbo a Mannheim.
También siempre llevo mi bicicleta en el tren, y la llevo porque así no estoy sólo sentada en las aulas cerradas y con poco aire, sino que puedo bajar antes de mi destino y pasar al lado de los plátanos de sombra, que me encantan aunque sea alérgica a sus flores.

Heidelberg, 10 de junio de 2017.
Natalia Lévano Casas

Mittwoch, 12. April 2017

Persiguiendo a la luna

Ayer por la noche, muerta de cansancio y terriblemente triste por unos atentados más en unos lugares de la Tierra más, vi aparecer en una montaña boscosa la luz de la luna, casi nunca la puedo seguir, pero ayer tenía una ganas de perseguirla, verla desde diferentes rincones, esperanzada en tiempos mejores. Aquí les dejo la Luna de todos, a la Luna lejana de las cosas que le pasa a la Tierra, a pesar de ser su satélite.




















Texto y fotos de Natalia Lévano Casas

Heidelberg, 12 de abril de 2017

Donnerstag, 2. Februar 2017

Del Rímac a Miraflores

Y ayer después de haber viajado en vano a Miraflores a entrevistar al autor de La Cautiva, habíamos quedado pero él no estaba en casa, (espero que no esté en cautiverio), regresé inmediatamente a casa, no sé porqué no me gusta Miraflores, antes no me gustaba porque era muy frío, ahora no me gusta porque es muy huachafo. Ese inmediatamente de arriba suena a movilidad rápida, es mejor haber escrito, tomé el bus inmediatamente. Al subir al bus, veo que a un señor se le cae un helado, el hombre le pide a la señora que lo acompañaba que le dé una servilleta o un pedazo de papel higiénico, ella no tenía nada a mano, yo sí. Desde que Víctor nació tengo siempre unos pañuelitos en el bolso (Tempo, mejor dicho Taschentücher). El acento de la mujer era colombiano, y su "¡qué pena con usted!" era más colombiano que la cumbia, muy bogotano. Bueno, al ver con más detalle al "ensuciador", me di cuenta que era el actor de la película El Limpiador (Víctor Prada). Le hablé y le dije que lo conocía. Debí haberle hecho a él la entrevista , ya que fuimos juntos en el bus unos cuarenta minutos. Mi viaje duró desde Larco hasta Alcázar una hora y cuarenta y cinco minutos.
Tener al limpiador delante de mí era un poco raro, sobre todo habiendo sido yo la que le diera algo para limpiarse.

Natalia Lévano Casas

Rímac, Lima, 19 de enero de 2017

Ya es verano

Después de una caminata de varias horas, y con menos frío que el de la semana pasada, subí al tranvía, cansada de llevar tanto peso conmigo. Entre mis cosas unos libros de español y una botella de Coca Cola. Subir al tranvía es ahora menos divertido que antes, antes significa:  hace dos años. Ahora subes y no ves las caras, ni las antipáticas ni las simpáticas. Todos miran sus teléfonos inteligentes. Aunque las caras antipáticas sí que me las puedo ahorrar. Subí pues al tranvía, y avancé hacia el fondo del mismo casi sigilosamente, para no interrumpir ninguna ocupación entre las personas y las otras personas que se comunicaban por los teléfonos inteligentes. Yo también tengo un teléfono inteligente, pero me he prometido casi no usarlo. 
En el tranvía es mejor tener un sitio para sentarse porque muchas veces da unas frenadas a lo combi limeña. Sentada ya, viendo las caras inclinadas hacia el celular, caminó una persona hacia un posible asiento libre, esquivando a varias personas, la señora llegó al asiento, y no sé cómo, casi aterriza sentada en él. El chófer arrancó y el movimiento del tranvía coincidió con la sentada de la mujer que chocó con el espaldar del asiento. Sana y salva, se rió un poco, y yo al seguir su movimiento y caída salvada, también me reí. Todos los demás allí presentes, o mejor dicho ausentes, o sí, presentes, se asombraron del sonido de nuestras risas y alzaron las cabezas a la vez, o habrá sido por una orden de sus teléfonos. Bueno, ese breve momento de distracción se alargó más tarde por la llegada de un joven que llevaba la sonrisa a flor de labios y la carcajada a los oídos de los demás. Ese joven se sentó al lado de la señora que unos minutos antes había provocado la distracción de los demás . El mismo joven comenzó a saludar a todos sin ningún complejo. Después comenzó a tocar la pared del tranvía, se preguntaba en voz alta de qué material era, dijo que era muy duro, y después comenzó a tocar la ventana del tranvía, y dijo que era muy fría y muy dura. Después, sentado, ese joven seguía riendo y sonriendo. Luego llegó otro tan loco como él, y le quitó la gorra, el primer joven gritó: ¡Me acaban de quitar la cabeza! Cuando el segundo loco le devolvió la gorra, ya el primer loco se calmó un poco. El joven decapitador se sostenía bien en el tranvía, sentada se encontraba una muchacha que lo conocía, ella no recordaba su nombre, él no la recordaba en absoluto, ni de nombre ni de cara. Ella le mencionó que ya se habían conocido en la casa de un amigo común. El decapitador le preguntó a la chica, después de un breve silencio,  qué estación del año teníamos, ella le dijo que estábamos en invierno. Él le dijo que pensaba que ya era verano y que quería ir a la piscina a nadar, y ella dijo que faltaba mucho todavía, y que primero venía la primavera. El decapitado también había preguntado antes si ya era verano.Y justo me toca a mí escuchar que ya es verano, yo que traigo el verano de Lima todavía en mí.
Y por la noche, más tarde, el mismo día, una estudiante me pregunta en clases, aunque ya esa palabra la hemos visto muchas veces: ¿Qué quiere decir verano? Yo sonrio y cuento más o menos lo aquí escrito.


Natalia Lévano Casas
Heidelberg, 2 de febrero de 2017

Lima, enero de 2017.
     
Cebiche, mi comida de este verano.