Sonntag, 22. Januar 2017

LLegada a Alemania


Y llegas al aeropuerto de Fráncfort y preguntas a dos conductores alemanes por el bus de Lufthansa que va a Heidelberg, y te dicen que no son de aquí. Les creo para no molestarme. Después, un tipo, seguramente extranjero como yo, me pregunta qué es lo que necesito. Me informó muy bien. Al llegar a la mitad del sitio a donde iba, vuelvo a preguntar, pero ya no veía en mi teléfono el whatsapp, y un muchaho, de unos 23 años, no sé si ruso o turco, esta vez mi cansancio no me hizo reconocer su acento al toque, me dice: ¿pero por qué tienes un Nokia? Nokia con windows no sirve. Me he reído tanto. Después le dije que me ayudara a subir esas escaleras eléctricas con mi equipaje. Como el joven no podía abandonar su puesto, empuja mi carrito hacia las escaleras, y me dice: pues no tienes que hacer, nada más espera hasta el final. Jajaja, ya no pude decirle gracias porque esas escaleras son muy rápidas, y para mí, muy peligrosas. Al llegar al sitio del bus, no vi bien si era una parada o no, no había muchos detalles, pero una de las trabajadoras de información de la estación de trenes en el aeropuerto me explica detalladamente dónde está, y confirma que yo estaba bien en el lugar hallado. De todas maneras pregunto por allí dos veces más. Una muchacha me dice que no cree que sea allí, y después grita, ay, sí es aquí, aquí dice Luhftansa express, jajaja. Al final al hablar me contó que era de Heidelberg, me prestó su fono para llamar a mi comadre quien me recogió en Heidelberg. Y me dijo que conocía al hijo de una súper amiga mía y que se verían hoy. Al final resulta que al hablar hoy con esa amiga alemana, me entero que ella es la tía del niño que será bautizado hoy, el padrino es el hijo de mi amiga. Que recontra chico es el mundo.
Más tarde fuimos al teatro porque mi ahijada actuaba. Ella me impresionó porque pese a su corta edad estaba muy concentrada. Bravos aplausos para ella.
Ahora desde la mañana brilla el sol por mi ventana y los pajarillos y loros adaptados al frío vuelan y cantan. Todo muy bonito.
¡Extraño Lima!
 
Natalia Lévano Casas
 
Heidelberg, 22 de enero de 2017

Donnerstag, 12. Januar 2017

Paseo por el barrio


Y acabo de llegar de otra ferretería más, en realidad fui a pasear un poco. Primero fui a una ferretería a comprar una rejilla para dos sitios de la casa. Mi hermano, según lo que él midió, dijo que la rejilla tenía que tener dos centímetros de radio. Pues en la ferretería me dijeron que la más chica era de dos pulgadas, y que esa era una medida universal. Sí pues, lo que es universal no significa que sea adaptable en el Perú. La rejilla no le da, y me dijo que no podía cambiarla, bueno cuatro soles por la rejilla, es decir al tacho. ¡Y yo confiada en la universalidad de mi país! 
Después fui en busca de nuestro japonés de la niñez, sitio a donde íbamos encantados con mi madre, pero no sólo por las graciosas cosas que vendía, sino porque conversaba de política y cultura con mi madre, también con mi abuela, y porque era un japonés enorme, guapo y delgado, una especie de Toshiro Mifune con una bella voz. Me dijeron que hace tiempo no abre Tami (Tamicha). Me dio una pena. 
Regresé entonces por la avenida donde hoy hubo un incendio y veo un enorme charco de agua en la pista, creo que es lo que más me animó, ver tanta agua aquí, así, en cantidad, es difícil. En el charco se veían reflejadas las casas apegadas de uno de los cerros, y unas casas coloridas de la Av. Alcázar. Bonita imagen que hubiera inspirado a un Tarkovski peruano o a mí para una foto.
Después, al llegar a mi calle, iba lentamente por ella, veo a dos niños cerca de nuestra casa. Los dos jugaban un poco con la tierra amontonada delante de la casa de mi prima. Les pregunté qué era lo qué hacían. Me enseñaron una enorme rana, nunca había visto una rana tan grande. Los dos niños, sobre todo el que llevaba la caja donde estaba la rana tenían unos enormes ojos negros, hermosos. El de la caja me dijo que habían encontrado la rana en el Parque del Avión, yo les dije que la llevaran a su sitio porque podría morir. Ellos me dijeron que no era brujería, y además que la rana tenía una verruga. Les dije : ¡Claro que no es brujería! Seguro una de esas doñas cucufatas que van por allí ya habían asustado a los niños con sus amenazas. Y sí, escucho algunas voces altas, brutas con los niños. Triste, pero es así.
Después fui otra vez paseando y regreso a un sitio de aretes y aros, el vendedor me dijo que yo no era de aquí, y yo le dije que sí, que era rímense, pero que no vivía aquí. Charlamos un poco, sólo que dijo algo que no es cierto, dijo que desde que Metro no está, y está Plaza Vea todo había cambiado en el Rímac. Lo que sí sé es que mi calle huele todos los días por la noche a anticuchos y eso cansa. Cansa también escuchar a las seis de la mañana al gimnasio de la siguiente cuadra, y por la noche escuchar los " vamos, arriba, sí, etc.", pero también ver las luces tipo discoteca. Cansa también ver a la gente que tira sus papeles por la calle. Pero ahora estoy aquí en el comedor de nuestra casa, sentada, y veo los montones de frutas delante de mí y me alegro un montón.

Natalia Lévano Casas

Rímac, Lima, 12 de enero de 2017

En el Mercado de frutas del Rímac

En el Mercado de frutas del Rímac