Donnerstag, 2. Februar 2017

Del Rímac a Miraflores

Y ayer después de haber viajado en vano a Miraflores a entrevistar al autor de La Cautiva, habíamos quedado pero él no estaba en casa, (espero que no esté en cautiverio), regresé inmediatamente a casa, no sé porqué no me gusta Miraflores, antes no me gustaba porque era muy frío, ahora no me gusta porque es muy huachafo. Ese inmediatamente de arriba suena a movilidad rápida, es mejor haber escrito, tomé el bus inmediatamente. Al subir al bus, veo que a un señor se le cae un helado, el hombre le pide a la señora que lo acompañaba que le dé una servilleta o un pedazo de papel higiénico, ella no tenía nada a mano, yo sí. Desde que Víctor nació tengo siempre unos pañuelitos en el bolso (Tempo, mejor dicho Taschentücher). El acento de la mujer era colombiano, y su "¡qué pena con usted!" era más colombiano que la cumbia, muy bogotano. Bueno, al ver con más detalle al "ensuciador", me di cuenta que era el actor de la película El Limpiador (Víctor Prada). Le hablé y le dije que lo conocía. Debí haberle hecho a él la entrevista , ya que fuimos juntos en el bus unos cuarenta minutos. Mi viaje duró desde Larco hasta Alcázar una hora y cuarenta y cinco minutos.
Tener al limpiador delante de mí era un poco raro, sobre todo habiendo sido yo la que le diera algo para limpiarse.

Natalia Lévano Casas

Rímac, Lima, 19 de enero de 2017

Ya es verano

Después de una caminata de varias horas, y con menos frío que el de la semana pasada, subí al tranvía, cansada de llevar tanto peso conmigo. Entre mis cosas unos libros de español y una botella de Coca Cola. Subir al tranvía es ahora menos divertido que antes, antes significa:  hace dos años. Ahora subes y no ves las caras, ni las antipáticas ni las simpáticas. Todos miran sus teléfonos inteligentes. Aunque las caras antipáticas sí que me las puedo ahorrar. Subí pues al tranvía, y avancé hacia el fondo del mismo casi sigilosamente, para no interrumpir ninguna ocupación entre las personas y las otras personas que se comunicaban por los teléfonos inteligentes. Yo también tengo un teléfono inteligente, pero me he prometido casi no usarlo. 
En el tranvía es mejor tener un sitio para sentarse porque muchas veces da unas frenadas a lo combi limeña. Sentada ya, viendo las caras inclinadas hacia el celular, caminó una persona hacia un posible asiento libre, esquivando a varias personas, la señora llegó al asiento, y no sé cómo, casi aterriza sentada en él. El chófer arrancó y el movimiento del tranvía coincidió con la sentada de la mujer que chocó con el espaldar del asiento. Sana y salva, se rió un poco, y yo al seguir su movimiento y caída salvada, también me reí. Todos los demás allí presentes, o mejor dicho ausentes, o sí, presentes, se asombraron del sonido de nuestras risas y alzaron las cabezas a la vez, o habrá sido por una orden de sus teléfonos. Bueno, ese breve momento de distracción se alargó más tarde por la llegada de un joven que llevaba la sonrisa a flor de labios y la carcajada a los oídos de los demás. Ese joven se sentó al lado de la señora que unos minutos antes había provocado la distracción de los demás . El mismo joven comenzó a saludar a todos sin ningún complejo. Después comenzó a tocar la pared del tranvía, se preguntaba en voz alta de qué material era, dijo que era muy duro, y después comenzó a tocar la ventana del tranvía, y dijo que era muy fría y muy dura. Después, sentado, ese joven seguía riendo y sonriendo. Luego llegó otro tan loco como él, y le quitó la gorra, el primer joven gritó: ¡Me acaban de quitar la cabeza! Cuando el segundo loco le devolvió la gorra, ya el primer loco se calmó un poco. El joven decapitador se sostenía bien en el tranvía, sentada se encontraba una muchacha que lo conocía, ella no recordaba su nombre, él no la recordaba en absoluto, ni de nombre ni de cara. Ella le mencionó que ya se habían conocido en la casa de un amigo común. El decapitador le preguntó a la chica, después de un breve silencio,  qué estación del año teníamos, ella le dijo que estábamos en invierno. Él le dijo que pensaba que ya era verano y que quería ir a la piscina a nadar, y ella dijo que faltaba mucho todavía, y que primero venía la primavera. El decapitado también había preguntado antes si ya era verano.Y justo me toca a mí escuchar que ya es verano, yo que traigo el verano de Lima todavía en mí.
Y por la noche, más tarde, el mismo día, una estudiante me pregunta en clases, aunque ya esa palabra la hemos visto muchas veces: ¿Qué quiere decir verano? Yo sonrio y cuento más o menos lo aquí escrito.


Natalia Lévano Casas
Heidelberg, 2 de febrero de 2017

Lima, enero de 2017.
     
Cebiche, mi comida de este verano.

Sonntag, 22. Januar 2017

LLegada a Alemania


Y llegas al aeropuerto de Fráncfort y preguntas a dos conductores alemanes por el bus de Lufthansa que va a Heidelberg, y te dicen que no son de aquí. Les creo para no molestarme. Después, un tipo, seguramente extranjero como yo, me pregunta qué es lo que necesito. Me informó muy bien. Al llegar a la mitad del sitio a donde iba, vuelvo a preguntar, pero ya no veía en mi teléfono el whatsapp, y un muchaho, de unos 23 años, no sé si ruso o turco, esta vez mi cansancio no me hizo reconocer su acento al toque, me dice: ¿pero por qué tienes un Nokia? Nokia con windows no sirve. Me he reído tanto. Después le dije que me ayudara a subir esas escaleras eléctricas con mi equipaje. Como el joven no podía abandonar su puesto, empuja mi carrito hacia las escaleras, y me dice: pues no tienes que hacer, nada más espera hasta el final. Jajaja, ya no pude decirle gracias porque esas escaleras son muy rápidas, y para mí, muy peligrosas. Al llegar al sitio del bus, no vi bien si era una parada o no, no había muchos detalles, pero una de las trabajadoras de información de la estación de trenes en el aeropuerto me explica detalladamente dónde está, y confirma que yo estaba bien en el lugar hallado. De todas maneras pregunto por allí dos veces más. Una muchacha me dice que no cree que sea allí, y después grita, ay, sí es aquí, aquí dice Luhftansa express, jajaja. Al final al hablar me contó que era de Heidelberg, me prestó su fono para llamar a mi comadre quien me recogió en Heidelberg. Y me dijo que conocía al hijo de una súper amiga mía y que se verían hoy. Al final resulta que al hablar hoy con esa amiga alemana, me entero que ella es la tía del niño que será bautizado hoy, el padrino es el hijo de mi amiga. Que recontra chico es el mundo.
Más tarde fuimos al teatro porque mi ahijada actuaba. Ella me impresionó porque pese a su corta edad estaba muy concentrada. Bravos aplausos para ella.
Ahora desde la mañana brilla el sol por mi ventana y los pajarillos y loros adaptados al frío vuelan y cantan. Todo muy bonito.
¡Extraño Lima!
 
Natalia Lévano Casas
 
Heidelberg, 22 de enero de 2017

Donnerstag, 12. Januar 2017

Paseo por el barrio


Y acabo de llegar de otra ferretería más, en realidad fui a pasear un poco. Primero fui a una ferretería a comprar una rejilla para dos sitios de la casa. Mi hermano, según lo que él midió, dijo que la rejilla tenía que tener dos centímetros de radio. Pues en la ferretería me dijeron que la más chica era de dos pulgadas, y que esa era una medida universal. Sí pues, lo que es universal no significa que sea adaptable en el Perú. La rejilla no le da, y me dijo que no podía cambiarla, bueno cuatro soles por la rejilla, es decir al tacho. ¡Y yo confiada en la universalidad de mi país! 
Después fui en busca de nuestro japonés de la niñez, sitio a donde íbamos encantados con mi madre, pero no sólo por las graciosas cosas que vendía, sino porque conversaba de política y cultura con mi madre, también con mi abuela, y porque era un japonés enorme, guapo y delgado, una especie de Toshiro Mifune con una bella voz. Me dijeron que hace tiempo no abre Tami (Tamicha). Me dio una pena. 
Regresé entonces por la avenida donde hoy hubo un incendio y veo un enorme charco de agua en la pista, creo que es lo que más me animó, ver tanta agua aquí, así, en cantidad, es difícil. En el charco se veían reflejadas las casas apegadas de uno de los cerros, y unas casas coloridas de la Av. Alcázar. Bonita imagen que hubiera inspirado a un Tarkovski peruano o a mí para una foto.
Después, al llegar a mi calle, iba lentamente por ella, veo a dos niños cerca de nuestra casa. Los dos jugaban un poco con la tierra amontonada delante de la casa de mi prima. Les pregunté qué era lo qué hacían. Me enseñaron una enorme rana, nunca había visto una rana tan grande. Los dos niños, sobre todo el que llevaba la caja donde estaba la rana tenían unos enormes ojos negros, hermosos. El de la caja me dijo que habían encontrado la rana en el Parque del Avión, yo les dije que la llevaran a su sitio porque podría morir. Ellos me dijeron que no era brujería, y además que la rana tenía una verruga. Les dije : ¡Claro que no es brujería! Seguro una de esas doñas cucufatas que van por allí ya habían asustado a los niños con sus amenazas. Y sí, escucho algunas voces altas, brutas con los niños. Triste, pero es así.
Después fui otra vez paseando y regreso a un sitio de aretes y aros, el vendedor me dijo que yo no era de aquí, y yo le dije que sí, que era rímense, pero que no vivía aquí. Charlamos un poco, sólo que dijo algo que no es cierto, dijo que desde que Metro no está, y está Plaza Vea todo había cambiado en el Rímac. Lo que sí sé es que mi calle huele todos los días por la noche a anticuchos y eso cansa. Cansa también escuchar a las seis de la mañana al gimnasio de la siguiente cuadra, y por la noche escuchar los " vamos, arriba, sí, etc.", pero también ver las luces tipo discoteca. Cansa también ver a la gente que tira sus papeles por la calle. Pero ahora estoy aquí en el comedor de nuestra casa, sentada, y veo los montones de frutas delante de mí y me alegro un montón.

Natalia Lévano Casas

Rímac, Lima, 12 de enero de 2017

En el Mercado de frutas del Rímac

En el Mercado de frutas del Rímac

Montag, 22. August 2016

Los tres perfumes

De noche, Juana estaba en su cama, sola, dormía profundamente. De repente percibió un perfume desconocido, masculino, de olor profundo, eso la despertó. Se tuvo que levantar por la cercanía del mismo a su cama, quería seguirlo, dar con él. Salió a la otra habitación porque quería saber quién era, quién invadía su territorio. En los otros sitios de la casa no se esparcía ese olor, incluso en el dormitorio el olor duró unos metros, unos segundos. Al volver al dormitorio  ya no lo percibió más. Tampoco había sido su hijo, ¿tan de noche, con un nuevo perfume? Ella lo vio durmiendo en su habitación. Después, la misma mañana del perfume, una amiga le preguntó por la voz de su hermano. ¿Voz baja tenía él? Una voz baja fue la que le dijo “¡abre, abre!” a la amiga que se quedó a dormir en el sofá de la sala.

Y un día después cuando Juana concentradamente escribía un ensayo para el teatro, sintió a su lado derecho, otro perfume. Esta vez no se asustó, le pareció incluso placentero sentirlo estando despierta. Este perfume era otra vez varonil,  esta vez lo sintió más exclusivo, más encantador. Habría sido el hecho de ya no dormir, porque sabía que no podía ser una ilusión o un sueño, aunque no hubiera nadie a su lado, todo era muy afable. Ella no identificaría tampoco ese perfume . Más allá de la puerta que daba al balcón ese olor se desvanecía.

Juana se fue a  otra ciudad por cuatro días. De la otra ciudad la trajo su amiga en su coche a la misma casa, cercana al bosque. Juana se fue a dormir muy cansada.  A la mañana siguiente al ir al baño y pasar silenciosa y lentamente por la sala donde dormía su amiga, se encontró al abrir la puerta del baño otra vez con un nuevo perfume. Era un perfume natural, un perfume parecido a una rica colonia, era suave, duró unos segundos en el baño para luego desvanecerse como los otros dos perfumes de los anteriores días.

Inquieta, curiosa, preguntó por el hermano que había muerto hace poco. Hacía 12 años que no se veían. Juana quería saber sobre sus gustos hacia los perfumes, fragancias. Mientras hablaba por teléfono, veía los frascos mencionados en la conversación, delante de ella. 
Desde ese día no ha seguido ningún perfume.



  
Natalia Lévano Casas

Heidelberg, 21 de agosto de 2016

Donnerstag, 18. August 2016

De paso

Y vas en bicicleta por un camino paralelo al río Néckar, en medio del campo, viendo única y exclusivamente a la luna , y de repente ves casi al llegar a Heidelberg, entre unos maizales, un camino de bicicletas y una pista donde pasan coches, a un gato negro y a la misma luna de antes. La escena era preciosa, pero a la vez peligrosa. Entonces me digo: "¿Cómo hago con la mala suerte?" Me refiero a la mala suerte del gato. Si iba rápido quizás se iría a la carretera, era un gato joven. Entonces me detuve y esperé a que el gato cruzara la pista. Yo veía los coches pasar velozmente, y cuando no pasaban, el gato no se atrevía a cruzar la bendita pista. No me podía quedar toda la noche esperando a ver el destino del gato negro. Esperé cuatro minutos, entonces, desde mis seis metros de distancia le hablo con una tremenda voz a ese gato (por cierto, ya venía con una tremenda voz unas horas antes). Yo pasé por su lado, el gato no se me cruzó ni de derecha a izquierda, ni de izquierda a derecha. Sólo se quedó como acurrucado, viéndome. Yo fui de frente , siguiendo a la luna, viéndola. También vi de reojo los ojos del gato. Quizás la luna también me haya visto de reojo.







Texto y fotos de Natalia Lévano Casas 

Heidelberg, 18 de agosto de 2016


Sonntag, 24. Januar 2016

La espera

Y dejándome de bromas. Ayer esperamos en el congelable frío media hora a nuestro tren hacia Heidelberg. En los paneles decía que el tren vendría en el andén 10, sin embargo según la información del Deutsche Bahn ya había salido desde el andén 3. Nos fuimos a quejar, ya que ni siquiera salía que vendría otro media hora después. La señorita de información estaba repitiendo lo que decíamos al encargado de los paneles. No sé si los paneles se congelaron, o el encargado de cambiar la información de los paneles se congeló, en todo caso, el gran grupo de gente esperando el tren no nos daba más calor por ser un grupo grande. Mientras espérabamos el tren, dos compañeros de mi curso de teatro y yo hacíamos ejercicios de observación e imitación. Imitar es fácil si todos están congelados.

Heidelberg, 23 de enero de 2016