Mittwoch, 5. August 2015

Empiezo en un piso inalcanzable de esta ciudad

Empiezo en un piso inalcanzable de esta ciudad.
Llego tarde,
no me detengo.
Piedritas de pueblo joven entran en mis zapatos planos.
De repente,
mis ojos cambian de dirección,
 y descubren un nuevo espacio:
El rincón donde se arrullan los bebés: 
Uno de los 32 chorros de agua de esa plazuela.
Sabrosa agua ,
no mojas  al bebé del momento.
Tú duermes al lado de mamá.
Unos geranios claros se asoman allá arriba.
Abajo  encuentro  un coche de niños lleno de almohadas.
Rebalsan de él bolsas celestes.
Una mujer  lo sigue.
Ella, cubierta de telas, de pies a cabeza.
Apenas se distiguen los dos.
Redondas formas andantes:
El cochecito y ella.
El tranvía pasa siempre a la misma hora
y corta todos los círculos.
Sábado es.
Un niño y su padre.
El padre camina delante del niño,
el niño a dos metros del escupitajo sonoro del padre.
Cuento quince pasos
y  paso cerca de tu patio
miro hacia otro lado.
Paso también por la panadería de pan duro y tosco.
Aquí no apuro el paso.
Horas después mis ojos encuentran a los tuyos
Tu brazo quiere primero ahorcar mi cintura.
El día, después, parte un trozo de sí,
cuando una mujer me arranca el pan de la mano.
¿Ese pan que era mi regalo?
¡Caballero de figura cambiante!

¿Acaso sólo soy un simple escudero?
En esta noche fría
cubre mi cuello cierto calor.
El calor de lana azul tejida por manos maternales.
Suelto mi voz a través de ella:
Aunque me cueste la vida,
Cenizas,
Por dos caminos,
The Indian Queen.
Ciertas  voces me arrullan.

Natalia Lévano Casas
Heidelberg, 23 de junio de 2015.
De un día en Mannheim.

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